Capítulo 4: Tiempos Aquellos

Sacándose de un cuajo los zapatos de tacones que ya la mataban, Ariel se tumbó en el primer sofá que encontró a su paso.

Se sentía exhausta.

Todo el día había estado entrando y saliendo de reuniones desde hacía un par de días… todo por ese bendito proyecto.

Enterrando la cabeza en el mullido sillón, Ariel cerró los ojos añorando tiempos menos complicados.

Nunca felices… pensó reprochándose, y esbozando una tibia sonrisa pensó en ese pueblo perdido en la nada, donde había aprendido lo difícil que era crecer sin la ayuda de una madre, y peor, a cargo de un borracho.

Todos los días la casa olía a alcohol y nunca escuchó de la boca de su padre un te quiero.

Sin embargo, la escuela y los amigos habían hecho soportable todo ese abandono.

Recordó a Susana siempre haciendo tonterías para llamar la atención de los muchachos. Poseía un humor liviano y una sonrisa fácil, además de ser una criatura encantadora, además de hermosa.

Manuel, en cambio, era más reservado aunque siempre hablaba de irse. No paraba de soñar con la gran ciudad y estar envuelto en toda la locura y desenfreno de una vida llena de cosas nuevas.

Sonriendo ampliamente, Ariel apretó el cojín entre sus manos pensando cuanto él habría cambiado. Ahora debía ser todo un hombre… seguro y ya no lo reconocía.

¿Habrá engordado un par de kilos?

Se río recordando en cómo ese Manuel era tan delgado, que a veces pensaba que no comía lo suficiente. Muchas veces guardaba unos cuantos cereales de su escuálido desayuno para dárselos a él.

No es que tuviera media enamorada de él… se dijo ruborizándose de pronto, sólo me preocupaba por ese alfeñique.

Mordiéndose los labios su memoria evoco las muchas veces que discutían. Siempre por alguna tontería. Nada trascendental. Él siempre quería ganar, y aunque estaba más que claro que era así, ella se resistía a dejarlo.

“- ¡No puedo creer que seas tan testaruda! – rezongó Manuel con los ojos muy abiertos.

- ¡Y yo que seas tan duro de cabeza! – resoplaba Ariel con las mejillas encendidas y respirando algo agitada.

- ¿No te das cuenta que a cada país hay que pintarlo de distinto color? – indicó él con un gesto de fastidio sobre el mapa que estaban confeccionando entre los dos.

- ¡Pues debías haber traído tus lápices de color! – y acto seguido, Ariel agarró su pequeño bolso y se encamino hacia la salida de la sala.

- ¿A dónde crees que vas? – gritó él.

- ¡Lo más lejos posible de ti! – contestó ella, haciendo un respingo al tiempo que balanceaba sus largas trenzas.”

Llevándose las manos a la cara, Ariel lamentó haberse ido así como así de aquel pueblo.

Le hubiese gustado haberse despedido de él.

A pesar de todo era su mejor amigo.

Podrían haberse escrito, y probablemente a estas alturas se habrían vuelto encontrar.

Pero su tía le dijo que era lo mejor.

Aunque claro, de seguro ni siquiera debió haberla echado de menos. Él tenía a Fernando, su amigo inseparable desde que tenían uso de razón.

Siempre de ocurrente, aquel tenía que estar inventando algún juego nuevo, además de ser el muchacho más asediado de la escuela.

Torciendo el labio con travesura, meneo la cabeza al rememorar las veces en que lo había hecho rabiar con el sólo propósito de demostrarle que no era tan irresistible como las demás chicas lo hacían creer.

Aspirando aire, luego de un instante, hizo el esfuerzo levantarse del sillón y se encamino a la cocina. Abriendo la despensa saco de ahí una lata de atún. Debía comer. Si no se alimentaba bien no podría hacer frente a todo el trabajo que se veía encima. Ya le habían dicho que debía ocuparse de unas máquinas excavadoras que habían llegado de Alemania.

Al momento en que se iba a sentar a comer, escuchó el sonido característico de su móvil.

Mirando a media por sobre la mesa del salón, reparo que el número que figuraba era de Morgan.

Con un gesto despectivo, Ariel dejó caer su teléfono dentro del bolso y, cerrándolo bien, se dispuso a disfrutar de su cena, mientras este continuaba su suave pitiar con la música de pablo Alborán.

Vaya, así que Manuel y Ariel se llevaban mál de críos jajaja, a ver que pasa cuando se vuelvan a encontrar despues de todos estos años. Como dice el dicho: los que se pelean se desean y aunque ella lo niegue le gustaba Manuel, al menos un poco.

Buen cap!

Pspain escribió:Vaya, así que Manuel y Ariel se llevaban mál de críos jajaja, a ver que pasa cuando se vuelvan a encontrar despues de todos estos años. Como dice el dicho: los que se pelean se desean y aunque ella lo niegue le gustaba Manuel, al menos un poco.

Buen cap!

Bueno, eso es normal en la niñez... muchas veces quieres a alguien pero no siempre te llevas con él o ella... claro que después todo cambia... para bien o para mal...
Vamos a ver que resulta de esto...

jajaja es un chiste la infancia de Ariel... aunque suele suceder que siempre te llevas mal con alguien en la infancia

Bella Scence Kaulitz escribió:jajaja es un chiste la infancia de Ariel... aunque suele suceder que siempre te llevas mal con alguien en la infancia

Muy cierto... muy cierto... sobre todo cuando eres niña

Vaya que si le ha tocado la vida dificil a la pobre de Ariel, pues no hay nada más triste para un niño no tener mamá y aparte tener por padre a un borracho

Qué buenos recuerdos tiene de sus amigos, cuando uno ya es adulto se ríe tanto al recordar los pleitos que tuvo con sus amigos en la primaria!!!

Eso son hechos son parte de los recuerdos... y la verdad es que alegran mucho nuestra vida