CAPÍTULO 001: EL AMOR DURÓ MUY POCO

CAPÍTULO 001: EL AMOR DURÓ MUY POCO

Actuaciones Especiales: Ana Bertha Espín como Prudencia.

Hacienda de Doña Sofía:



Humberto (Márcelo Córdoba) se encontraba corriendo dentro de la hacienda, hasta que logra salir de ella y va hacia Doña Sofía (Diana Bracho), quien estaba agitada y se apoyaba en un árbol. Ambos se miran a la cara.

Humberto: El albañil ha muerto…  Se cayó del cuarto pisto. Su cuerpo está al otro lado de la casa. Todos dicen que es muy extraño, piensan que alguien lo empujó – Dice y ambos se miran muy serios –

Doña Sofía: No me lo esperaba – Dice, aún muy agitada –, pero es una excelente noticia, ¿No te parece?

Humberto: Eso le pasa al tal Juan por meterse con una mujer ajena – Humberto empieza a reír –. Voy a recoger a Fabiola. Es hora de irnos. Ya no tenemos nada qué hacer aquí – Humberto vuelve a ingresar a la hacienda y Doña Sofía queda observando totalmente seria –

Doña Sofía: Ojalá y te estés pudriendo en los infiernos, sucio albañil – Doña Sofía se toca el pecho y empieza a respirar cada vez más rápido –. Ahora todo está bien…

Entrada:



Días antes:



Fabiola (Ana Brenda Contreras) se encontraba en uno de los automóviles de su madre, Doña Sofía, quien es dueña de la empresa de zapatos “Moda”. El carro era manejado por uno de los choferes de dicho consorcio. La hija menor de Doña Sofía se encontraba yendo a la hacienda de la familia, donde a veces iba para refugiarse en pensamientos y dolores. Fabiola veía los campos mientras el aire chocaba con su rostro.

Fabiola (Pensamiento): Por fin puedo salir de esa casa que me agobia. Que me llena de tanto sufrimiento. Quisiera desaparecer. Irme lejos. No ver más a mi hermana, ni a mi mamá y menos a Humberto.

Fabiola empieza a recordar los momentos vividos últimamente en su casa. Su madre, Doña Sofía, acostumbraba a tratarla de la peor manera que se le pueda tratar a una hija; mientras que su hermana, Bárbara (Mariana Seoane), intentaba hacerla sentir como una cualquiera. La madre de Fabiola había prácticamente obligado a esta a que se case con Humberto. En estos momentos ella se encuentra comprometida con él, aunque no lo ama, simplemente por los chantajes emocionales de Doña Sofía.

Recuerdo:



Fabiola se encontraba con su madre, en la sala de su gran casa. Ambas discutían en ese momento.

Doña Sofía: ¡Fabiola entiende! ¿Es acaso que eres estúpida? ¿Quieres matarme? ¿Eso quieres? Seguramente sí. Me voy a morir. Te juro que me voy a morir – Se toca el corazón y empieza a agitarse –

Fabiola: ¡Mamá! Por favor no te pongas así. Es que yo no puedo casarme con Humberto. No lo amo. ¡No me puedes obligar a casar con alguien por el que no siento nada!

Doña Sofía: ¡Humberto es un buen hombre! Deberías agradecer que se haya fijado en alguien como tú.

Fabiola: No puedo creer que me hables así – Los ojos de Fabiola se llenan de lágrimas –. ¿Por qué insistes en que me case con él?

Doña Sofía: Es un muchacho de buena familia, ¡Entiende! ¡Maldita sea! – En ese instante Doña Sofía se llena de furia y decide tirarle una cachetada a su hija –, ¿Sabes algo? Lárgate a tu cuarto. No quiero verte.

Fabiola: Mamá, yo ya soy mayor, no me puedes hacer esto – Dice, prácticamente llorando –

Doña Sofía: ¡Que te vayas a tu cuarto! ¡He dicho! – Fabiola sube las escaleras corriendo. Se encontraba llorando. Su malvada madre simplemente seguía mirando con furia, mucha furia –

Realidad:

Fabiola recordaba esos momentos con una gran pena. Sin embargo los recuerdos aún llegaban a su cabeza. No se podían borrar.

Recuerdo:



Fabiola se encontraba en su cuarto, llorando, y en ese instante ingresa Bárbara, su hermana, quien se acercó a ella y la tomó del rostro bruscamente.

Bárbara: ¿Acaso no te das cuenta que mi mamá se puede morir por tu culpa? – Le dice, muy molesta –

Fabiola: ¡No te metas en lo que no te importa!

Bárbara: Me importa porque es mi madre…

Fabiola: Pero es a mí a la que está obligando a casarse con alguien al que no amo – Bárbara se empieza a reír y Fabiola mira llena de indignación –

Bárbara: Eso te pasa por ser una idiota que se queda encerrada en su cuarto leyendo libros y viendo películas, ¿Qué piensas? ¿Qué esto es una telenovela? ¡Esto es la vida real! ¿Un hombre al que no amas? ¡Ja-Ja! No me hagas reír, hermanita. Ya crece – Fabiola agachó la cabeza, mientras que Bárbara la miraba con gran odio, demasiado –

Fabiola: ¿Qué te he hecho? ¿Por qué siempre me has tratado así?

Bárbara: ¿Quieres saber realmente qué has hecho?

Fabiola: Sí…

Bárbara: Naciste – Bárbara sale del cuarto y a Fabiola le es inevitable botar algunas lágrimas –

Realidad:

El auto se estacionó en la hacienda de la familia Valenzuela. Fabiola había llegado, bajó del auto y empezó a caminar entre el pasto. Aún seguía recordando, esta vez a Humberto, su prometido, a quien no ama.

Recuerdo:



Fabiola se encontraba en el despacho leyendo un libro, cuando, en ese momento, tocaron la puerta. Ella detuvo la lectura.

Fabiola: Adelante – Ingresa Humberto, cierra la puerta y la mira fijamente. Fabiola se sentía algo incómoda con su presencia –. Eras tú, Humberto.

Humberto: Sí, era yo. Tu mamá ya me contó – El villano sonríe y Fabiola seguía mirando seria –. No sabes lo mucho que me alegra que hayas aceptado ser mi esposa…

Fabiola: Mira, no quiero que te hagas ilusiones. Yo no… – Humberto la seguía mirando fijamente, esperando que termine de hablar –. Es que yo no siento nada por ti – En ese instante se hace un silencio –. Lo siento…

Humberto: No, no lo sientas – Le dice, tratando de hacerla sentir bien –. No te preocupes, Fabiola. Yo sé que poco a poco llegarás a amarme tanto como yo a ti – Se acerca a ella, la toma del rostro e intenta besarla, pero ella lo esquiva –

Fabiola: Entiende que no – Humberto le sonríe –. Discúlpame.

Humberto: No te disculpes. Iremos lento, ¿Está bien? – Le pregunta –

Fabiola: Ya. Ahora quiero seguir leyendo…

Humberto le acaricia el rostro y luego sale del despacho, dejando sola a una incómoda Fabiola. Afuera del despacho, el villano cambió totalmente de rostro, se enfureció y apretó sus puños, en ese instante aparece Bárbara, la hermana de su, ahora, prometida. Ambos se miran a la cara, Bárbara empieza a reírse.



Bárbara: No me digas que estás molesto porque mi dulce hermanita te rechazó de nuevo – Bárbara continúa riendo y luego se acerca a él hasta llegar a sus labios –

Humberto: Aléjate. Acá no – Le dice, apartándola –

Bárbara: ¿Por qué no? – Le pregunta, algo molesta –. ¿Por qué prefieres casarte con mi hermana y no conmigo?

Humberto: Tú no te comparas en nada a ella. Sólo mírate – Humberto es ahora el que se burla –. Eres una prostituta.

Bárbara: ¿Cómo te atreves? – Le tira una fuerte bofetada –

Humberto: ¿Qué te pasa? – Humberto le regresa la bofetada haciéndola caer al piso –. Mírate. Eres una asquerosa. Sólo me sirves en la cama – Bárbara empieza a llorar –. Deja de llorar. No hagas bulla y lárgate a tu cuarto. No quiero que nadie se entere de esto – Humberto se va. Bárbara se levanta del piso, tocándose el rostro y aun derramando lágrimas –

Realidad:



Fabiola se encontraba ya a las afueras de la hacienda. Contempló la gran casa y observó que en el último de los pisos había unos albañiles, quienes estaban construyendo un piso más. Pensó en ese momento “Mi mamá siempre queriendo más. No entiendo para qué quiere otro piso, si acá nadie vive”. Alguien empezó a gritar el nombre de Fabiola y ella voltea para mirar, ese alguien era Prudencia, su antigua nana que ahora era sirvienta en la hacienda.

Prudencia: ¡Niña Fabi! ¡Qué bueno verla! – Ambas se abrazan con gran amor –

Fabiola: ¡Prude! ¡Qué hermoso verte a ti! ¿Cómo has estado? – Le pregunta, muy sonriente y conmovida –

Prudencia: ¡Bien! Pero la que debe estar más que bien debe ser usted, niña. Ya me contó su mamá que se va a casar pronto – Le dice, muy contenta y risueña. Mientras que a Fabiola se le borró toda felicidad en ese instante –

Fabiola: Sí, bueno… Sí, me voy a casar – Le dice, algo confundida –

Prudencia: No la veo muy convencida – Fabiola sólo atinó a sonreír –, ¿Y dónde está el muchacho?

Fabiola: No. Él no ha venido. Justamente aproveché que él hizo un viaje de negocios a Chile para venir aquí y poder tomar unas vacaciones sola – Prudencia le acaricia el rostro a su niña –

Prudencia: Que bueno que haya encontrado el amor – Le dice –

Fabiola: Sí – Le dice, muy incómoda –. Bueno, voy a recorrer toda la hacienda. Veo que están construyendo un piso más…

Prudencia: Sí. Cuidado con esos albañiles. Ya sabe que algunos son unos malcriados – Fabiola empieza a reír –

Fabiola: No te preocupes. Yo me sé cuidar muy bien – Fabiola le da un beso a su nana y luego entra a la hacienda –

Chile – Santiago:

Despacho de Mariano:



Mariano (Juan Soler) y Humberto acababan de cerrar un trato. Mariano se había asociado a la empresa de zapatos “Moda” y viajaría con Humberto para ahora radicar por esos lares.

Humberto: Me alegra mucho que regreses a tu ciudad natal gracias a este pacto firmado – Le dice –. Será un gusto poder trabajar contigo…

Mariano: Una lástima no poder decir lo mismo – Humberto queda sorprendido y Mariano empieza a reír –. Hombre, es una broma – Humberto también ríe –.

Humberto: Y bueno, dejándonos de formalidades, ¿Cómo te va con las mujeres, mi querido Mariano? – Le dice y ambos sonríen muy pícaros –

Mariano: Para hablar de mujeres necesito algo de vino, ¿No quieres?

Humberto: Pero por supuesto – Mariano va a servir las copas –. Yo estoy a punto de casarme con una mujer hermosa. Es la hija de Doña Sofía De Valenzuela.

Mariano: Uy, te casas con la hija de mi nueva socia – Le dice, trayendo las copas –, ¡Pues hagamos un salud por eso! – Le da la copa, ambos chocan las respectivas y beben –. Yo me di cuenta que las mujeres ya no son tan importantes.

Humberto: No me digas que eres… – Dice, riéndose –

Mariano: No. Lo que pasa es que soy viudo – Le dice, haciendo que Humberto deje de reír –. No es un tema del que me guste hablar, pero desde que murió mi mujer, a mí ya no me interesa nadie más – Los ojos de Mariano reflejan una gran tristeza –. Salud… Por ti, porque tú sí tienes amor – Humberto sonríe y recuerda a Fabiola –

Humberto (Pensamiento): Y sobre todo tendré ese cuerpo entre mis manos… y todo el dinero – Continúa sonriendo –

Hacienda de Doña Sofía:



Escuchar canción "Corre":



Había llegado el momento del descanso. Todos los albañiles se iban a comer, menos uno. Ese era Juan (José Ron), quien fue hacia el estante donde estaba todo el equipo de trabajo. Ahí había una guitarra que era de él. La tomó, se sentó en el piso y empezó a tocar suavemente una canción llamada “Corre”. Fabiola había llegado justamente hasta ese piso y empezó a escuchar a Juan. Había quedado gratamente sorprendida con el gran talento que poseía este hombre y también de lo tan guapo que era. Juan continuaba tocando y cantando con gran pasión, tenía los ojos cerrados. Fabiola decide salir y ponerse frente a él. Él no se había dado cuenta hasta que abrió los ojos y la vio, sin embargo continuó tocando y cantando. Fabiola sonríe y Juan termina de cantar.



Fabiola: ¡Bravo! – Exclama y empieza a aplaudir –. Estuviste genial, ¡Qué gran talento!

Juan: Gracias. Muchas gracias – Se acerca a ella y le da la mano –. Me alegra haber tenido al menos una espectadora.

Fabiola: ¡Te mereces millones de espectadores! – Ambos sonríen –. Me encantó. La canción es hermosa además. ¿Eres cantante?

Juan: No he estudiado, pero he practicado toda mi vida – Le dice –

Fabiola: Me llamo Fabiola Valenzuela, ¿Tú eres? – Le pregunta –

Juan: Soy Juan. Entonces usted es hija de la Señora Sofía, ¿Verdad? – Le dice, algo atemorizado –

Fabiola: Sí, pero no te preocupes. No soy como mi mamá, ¡Y nada de usted! No soy una viejita – Le dice y Juan queda gratamente sorprendido, al ver a una mujer de clase alta tan humilde –

Juan: Está bien, Fabiola. Gracias por escucharme. Me has hecho sonreír en este día tan pesado – Fabiola se enternece con lo que este albañil le dice –

Fabiola: ¿Eres de por aquí?

Juan: Sí, del pueblo…

Fabiola: ¿No te gustaría en tus tiempos libres ser mi profesor de guitarra y canto? No tengo guitarra, pero puedo alquilar la tuya, ¿Verdad? – Juan empieza a reír, no podía creer lo que estaba escuchando –

Juan: ¿Está hablando en serio?

Fabiola: Sí, estoy de vacaciones y no quiero aburrirme sola. Además de verdad creo que tienes un gran talento. Te voy a pagar muy bien – Le dice, para tratar de convencerlo –

Juan: No. No hablemos de dinero. No me interesa. Seré su profesor. Voy a comer algo y vuelvo, ¿Le parece? – Ambos sonríen y luego Juan sale. Fabiola empieza a reír –

Fabiola: Que lindo chico – Continúa riendo –. De verdad que lindo…



Pasan algunos días. Ya Fabiola había llevado varias clases de canto y guitarra. Ambos se divertían mucho y la pasaban muy bien. No había día en el que no dejaran de sorprenderse con la música y la pasión que les transmitía. Sin embargo hubo una clase en especial, una noche lluviosa, en la que ambos, que se habían convertido en grandes amigos en este corto tiempo, comenzaron a discutir.

Juan: Esa canción la hemos practicado millones de veces, Fabi. Por eso no entiendo por qué crees que no puedes hacerlo sola, ¡Estoy seguro que sí! ¡Confía en ti! – Le dice, un poco ofuscado –

Fabiola: Lo que pasa es que tengo miedo, ¿No entiendes? – Le pregunta, algo triste –. Tengo miedo de fallar.

Juan: Estás conmigo. Sólo conmigo. Puedes fallar las veces que quieras – Le dice, tratando de ayudarla –

Fabiola: Para ti es fácil decirlo, ¡Tú no vives lo que yo! – Le dice, ahora totalmente exaltada –

Juan: ¿Crees que tu vida es peor que la mía? – Le pregunta, muy indignado –. El que tiene que trabajar nueve horas seguidas construyendo para los ricos soy yo, ¡No tú! ¡Yo!

Fabiola: ¿Qué te pasa? ¡Eres un resentido! ¿Acaso crees que es mi culpa que tú no tengas nada? – Ambos se quedan callados en ese instante –. Discúlpame. No quise decir eso… – Los ojos de Juan se llenaron de lágrimas –

Juan: Me equivoqué – Le dice y las lágrimas caen –. Me equivoqué contigo. Y no es justo que yo esté botando lágrimas como una marica. Sólo que soy un artista, soy un estúpido sensible – Le dice, lleno de dolor –. Me largo. Nunca debí confiar en ti, ¡Quédate con la guitarra!

Juan sale corriendo y Fabiola se queda pasmada por un instante, luego reacciona y decide salir a las afueras de la hacienda también. Ahí empieza a gritar el nombre de Juan, quien queda parado al escucharla. Voltea hacia ella, ambos se miran a la cara. Estaban empapados por la lluvia.

Fabiola: ¡Discúlpame! – Fabiola rompe en llanto – ¡Yo soy una artista frustrada! ¡Siempre quise ser pintora! ¡Siempre! Pero nunca pude. Tú tienes mucho más que yo, Juan. Tú tienes tu arte, eres libre, ¡Admiro tu libertad! ¡Te admiro! – Fabiola abraza a Juan, quien nuevamente derrama unas cuantas lágrimas –. Te necesito – Ambos se miran a la cara y se empiezan a besar con una pasión tremenda… Todo este tiempo juntos había despertado en ellos algo que sólo tenía un nombre: amor. Ambos se habían enamorado. Dos seres sensibles, llenos de dolor y soledad se juntaron para no querer soltarse nunca –.

Habían pasado unos cuantos días más. Fabiola y Juan hacían el amor todas las noches, después de las clases de canto y guitarra. Siempre se aseguraban de que Prudencia vaya a dormir, sin embargo una noche no contaron con la misma suerte. Ambos enamorados se encontraban desnudos en un cuarto, acostados en la cama, después de haber hecho el amor.

Fabiola: Eres mi Pavarotti Latinoamericano – Ambos empiezan a reír –. No hagamos tanta bulla.

Juan: ¿Sabes lo que quisiera? Que ambos formemos un dúo musical. Tú eres mi cantante favorita – Ambos sonríen, muy enamorados –

Fabiola: Y tú el mío – Ambos se refugian en un beso, cuando, en ese instante entra al cuarto Prudencia, quien ve a ambos muchachos desnudos, besándose. Los enamorados quedan muy sorprendidos –. Prudencia…

Prudencia: Sólo venía a traerle una taza de té, mi niña – Le dice, totalmente anonadada, para luego salir del cuarto con la taza de té en manos –

Juan: Maldita sea. Tenías razón. No debimos hacer tanta bulla – Fabiola se toma de los cabellos. Estaba algo desesperada –. Tranquila…

Fabiola: Sólo espero que no le diga nada a mi mamá. Mañana a primera hora hablaré con Prude. Yo sé que ella me va a entender – Ambos se miran preocupados –

Juan: Lo mejor será que yo me vaya – Le dice e intenta levantarse de la cama, pero ella lo toma del rostro –

Fabiola: No, no te vayas. No me dejes – Ambos se miran a la cara y se empiezan a besar –

Al día siguiente:



Fabiola ingresó a la cocina, donde se encontraba Prudencia preparando el desayuno. Ambas se miran a la cara. Prudencia estaba muy seria.

Fabiola: Prude, buenos días – Le dice y su nana ni siquiera contesta –. Por favor, Prude, ¿Ni siquiera me vas a saludar?

Prudencia: ¡Después de lo que vi ayer! ¡Eras mi niña! – Le dice, muy indignada –. Estás comprometida con otro hombre…

Fabiola: Yo no amo a ese hombre. Mi mamá me está obligando a casarme con él. Por favor. Entiéndelo – Le dice, prácticamente rogándole –

Prudencia: No puedo creerte – Le dice, llena de dolor –

Fabiola: Es la verdad. He encontrado el verdadero amor. Con él me siento tan plena, tan escuchada… Por fin siento esa pasión de la que me hablaban tantas amigas – Le dice, muy emocionada –. Por favor, sólo tengo que arreglar unos papeles en la capital, sacar algo de dinero y me voy con Juan a donde sea. Prométeme que no le dirás nada a nadie. Prométele eso a tu niña –Prudencia queda un rato callada. Ambas se miran fijamente a la cara –

Prudencia: Está bien. Está bien, ¡Ay, pero no sé en qué lío me estoy metiendo! – Fabiola y Prudencia se abrazan, muy emocionadas –

Casa de Doña Sofía:



Doña Sofía se encontraba conversando por teléfono, reía muy risueña, mientras tomaba una copa de coñac.

Doña Sofía: Sí, como te digo, la empresa está en su mejor momento. Nos acabamos de asociar con una de las empresas más importantes de Chile. El Señor Mariano Bustamante. Un tipo muy guapo, por cierto – Vuelve a reír, en ese instante empieza a sonar su celular –. Querida, me disculpas. En el celular tengo otra llamada. Te llamo yo luego – Cuelga el teléfono. Toma el celular y contesta –, ¿Quién habla?

Prudencia: Doña Sofía, ¡Soy Prudencia! – En ese instante un aire de tensión se apoderó de la escena –. Tengo algo muy importante qué decirle…

Hacienda de Doña Sofía:



Fabiola va al encuentro de Juan, a quien lo besa al verlo. Ambos estaban ocultos en uno de los pasillos de la hacienda. Se besaban con gran pasión.

Juan: ¿Este beso significa que todo resultó bien? – Preguntó sonriente –

Fabiola: Sí, Prudencia no dirá nada, ¡Absolutamente nada! – Le dice y ambos se abrazan –. Ya me decidí. Iré a la ciudad por algo de dinero y luego me voy contigo, ¡A dónde sea! ¡A dónde nos lleve el viento! – Dice, muy emocionada –

Juan: Mi amor, ¿Pero estás segura? – Fabiola lo besa, haciendo que el ría, al sentirla tan emocionada, como a una niña –

Fabiola: ¡Te amo! Te amo, tonto – Le dice. Ambos se miran fijamente –. Quiero escaparme contigo y que los dos cantemos… Cantemos por todos lados…

Casa de Doña Sofía:



Doña Sofía dejó caer el celular. Se encontraba muy sorprendida. En ese instante el timbre de su casa empieza a sonar. La empleada abre la puerta, se trataba de Humberto, quien había regresado de su viaje de negocios.

Humberto: Llegué, querida Sofía – Le dice, pero ella ni siquiera reacciona, se encontraba pálida –, ¿Te pasó algo? ¿Viste algún fantasma?

Doña Sofía: Cállate. Se trata de algo peor – Le dice, aún sin poder creerlo –

Humberto: ¿Se trata de Fabiola? ¿Dónde está? – Doña Sofía no responde –. He preguntado dónde está…

Escuchar canción Tensión:



Doña Sofía: Está acostándose con otro hombre en la hacienda – Humberto queda totalmente sorprendido –. Un asqueroso albañil se encargó de enamorar a mi hija, ¡Se encargó de hacer lo que tú no has podido en todo este tiempo!

Humberto: ¿Qué cosa? ¡Qué cosa dices! ¡No te lo creo! ¡Me quieres asustar! ¡Eso quieres hacer! – Dice, gritando, muy sulfurado –

Doña Sofía: ¡Cállate! ¿No te das cuenta que no estoy bromeando? – Ambos se miran a la cara, muy molestos, llenos de furia –

Humberto: Así que Fabiolita ha querido verme la cara de imbécil – Humberto empieza a reír –. A mí nadie me trata así, ¡Nadie me hace esto! – Dice, muy molesto –. Vamos a esa hacienda…

Doña Sofía: ¿Ahora?

Humberto: ¡Claro que ahora! – Humberto saca una pistola de su saco –. Por suerte siempre llevo una de estas. Lo voy a matar – Humberto sale corriendo de la casa –

Doña Sofía: ¡No seas imbécil! ¡Humberto! – Doña Sofía sale atrás de él. Bárbara se encontraba escuchando todo eso desde las escaleras, sin que nadie la viera –

Hacienda de Doña Sofía:



El carro de Doña Sofía llegó hasta las afueras de la hacienda. Fabiola miró ello desde una de las ventanas y se asustó. Decidió esconderse en uno de los cuartos. Del carro bajaron Doña Sofía y Humberto, quien llevaba consigo una pistola.

Doña Sofía: ¡No cometas una locura! – Lo toma del brazo –

Humberto: Suélteme – Doña Sofía se sorprende –. Yo me encargaré de esto…

Humberto ingresa a la hacienda. Doña Sofía se queda parada por un instante y luego ingresa también.

Ya era hora de almuerzo. Todos los demás albañiles ya se habían ido a excepción de Juan, quien esperaba a que llegue Fabiola para poder cantar una canción e irse a comer juntos. En ese instante alguien aparece y mira a Juan…

Juan: Hola, ¿Cómo está? – Pregunta Juan. Ese alguien le dice “Todo bien. Quisiera ver el trabajo. ¿Qué se supone que habrá allá?”, pregunta señalando casi al filo. Juan camina hacia allí, esa persona lo sigue para luego empujarlo desde ese cuarto piso con gran brusquedad. Se ve el cuerpo de Juan caer. Un grito desgarrador. La persona sale corriendo. El cuerpo de Juan se estrella contra el piso. Estaba muerto –

CONTINUARÁ…