LA ENTREGA DE AMOR DE NINETTE Y ALEX (SED DE TI)

Alex, había preparado, mientras ella se arreglaba antes de cenar, una sorpresa en el parque, debajo de unos árboles.
Había cortado rosas y había echo un corazón gigantesco con los pétalos, dentro había puesto una manta de color blanco de algodón suave. Después había dejado unas velas al rededor, todavía pagadas, con aroma a fresa y vainilla. Y un ramo de rosas a un lado, al otro una bandeja con fresas, nata y champán helado.
Alex le puso a Ninette un pañuelo al rededor de los ojos y la fue guiando hasta el lugar.
Cuando llegron le quitó el pañuelo pero le dijo que mantuviese los ojos cerrados.
Cogió el ramo, se puso en frente de ella y le dijo: -¡ábrelos!.
Ninette observó asombrada.
-Toma mi amor, son para ti.
Ella las tomó y las olió feliz.
-Huelen muy bien.
Después tiró el ramo encima de la hierba y lo abrazó.
-Te quiero tanto, gracias por hacerme tan feliz.
-No, gracias a ti. -Y la besó-.
Después la tomó en brazos y la sentó dentro del corazón de pétalos, encima de la manta blanca. La descalzó y después hizo el lo mismo. A continuación abrió el champán y lo vertió en dos copas altas de cristal. Estaba helado.
-Bebe, esta muy rico.
Ninette bebió.
-Me encanta.
Después cogió una fresa, le echó nata por encima y se la metió a ella en la boca.
-Mmm...deliciosa -dijo ella con la boca llena-.
Después el comió otra fresa y bebió un trago de champán.
-¿Sabes una cosa?
-No, ¿que?
-Así, iluminada por la luna, estas realmente irresistible, apetecible, eres como la fruta prohibida.
-Ninette lo miró embelesada.
El comenzó a desabrocharle los botones del vestido, le puso las manos en las rodillas y fue subiendo poco a poco hasta sus cálidos y contorneados muslos y fue subiéndole el vestido hasta la cintura y después se lo quitó. Ella no puso resistencia. Después la obligó a tumbarse y cogió el bote de nata. Comenzó a dibujar corazones de nata por todo su cuerpo. En la tripa, en el escote, en el vientre, en las piernas.. Ninette se estaba poniendo muy nerviosa. Quería continuar pero tenía miedo. No sabía si estaba preparada. Entonces miró los ávidos y calientes labios de Alex, como con su lengua se comía cada corazoncito dulce de nata espumosa, y como hacía que con cada contacto de su lengua con su piel se estremeciese. Entonces se dio cuenta. Si. Estaba preparada. Cuando Alex comió el corazón que había sobre su vientre... un extraño hormigueo le recorrió la entrepierna. Tenía muchísimo calor y sin saber porque tenía ganas de que el no parara nunca. El, que disfrutaba al ver la confusión y el tímido placer de ella, cuando terminó se desnudó entero. Solo se dejó los calzoncillos. Y se puso encima de ella. Le quitó el sujetador y comenzó a masajerarle los pechos y después a besarlos. Se llevó un pezón de ella a la boca, y ella agarró fuertemente los brazos de el y gritó un poco. Alex rió para si mismo. Después le bajó las braguitas y se quitó el sus calzones. Entonces volvió a ponerse encima de ella y comenzó moverse hasta que...
Ninette gritó, pero él silenció su grito con un beso profundo, salvaje. Ella se aferró a su espalda con los brazos. Él se quitó de encima y le acarició la entrepierna.
-¿Estas bien?
-Si -dijo ella muy sofocada-.
-¿Segura?
-Bueno, me duele un poco.
-Esta bien, es normal. Lo siento. Te prometo que la próxima vez será mejor.
Ninette asintió ruborizada. Entonces el volvió a colocarse encima de ella y comenzó a besarla desde la frente hasta los pies. Ninette estaba muy excitada. Y ahora estaba mas animada. Alex volvió a penetrarla paro con movimientos mas suaves y rítmicos. Ambos gritaban de placer. Sus sudores se mezclaron, sus lágrimas. Lloraban de amor, de placer, de felicidad. Sus corazones, uno pegado al otro, latían a toda velocidad, como si fuesen a salirse del pecho. Juntos alcanzaron el climax. Entonces ella se puso encima de él, juguetona, sin nada de vergüenza. Alex la miraba muy excitado. Hicieron el amor 10 veces esa noche. En una de ellas, el le roció el cuerpo con champán y la lamió entera. Otra lo hicieron dentro del río. Gimieron y gritaron hasta que quedaron afónicos.
El cielo y las estrellas sirvieron de testigos de esa noche de amor, digna de los mas bellos mitos griegos...